El castillo de Pierrefonds, un enorme fortaleza construida en el siglo XIV por Luis de Orleans, el hermano de Carlos VI, en la comuna de mismo nombre, en el departamento de Oise, al norte de Francia.
El castillo fue asediado y derribado por Luis XIII a principios del siglo XVII y, durante casi dos siglos, las imponentes ruinas permanecieron desatendidas, pasando prácticamente inadvertidas para toda la comunidad.
No fue hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el inicio del romanticismo y el renovado interés por los monumentos nacionales y del pasado, cuando el Château de Pierrefonds se convirtió nuevamente en foco de atención. Pintores, dibujantes, grabadores… todos se inspiraron en el castillo, lo que coincidió con su entusiasmo por la arqueología de Francia. De hecho, el 11 de agosto de 1832, Luis Felipe I de Francia celebró un gran banquete en honor al matrimonio de su hija con el Leopoldo I de Bélgica en medio de las majestuosas ruinas del castillo.
Vendido en 1798 como sitio de interés nacional y comprado por Napoleón I en 1810, el castillo de Pierrefonds fue declarado como edificio de interés histórico nacional en 1848. El entusiasta arqueólogo y príncipe-presidente Carlos Luis Napoleón Bonaparte visitó el castillo el 15 de julio de 1850. Varios años después, cuando se convirtió en Napoleón III Bonaparte, declaró sus deseos para restaurar el castillo, el cual se situaba cerca de su residencia imperial en Compiègne. Así, Viollet-le-Duc fue elegido como el arquitecto para supervisar la restauración de las ruinas medievales de Pierrefonds.
Inicialmente (entre 1858 y 1861), el plan consistía en restaurar solo una parte del edificio, es decir, las grandes torres y apuntalar las paredes en ruinas para dejar una «ruina pintoresca». Pero en 1861 este plan fue abandonado a favor de crear un residencia imperial, en otras palabras, un palacio de recreo reservado para la caza. Y así, a partir de la restauración, el plan se dirigió a la reconstrucción y, finalmente, a la recreación de la arquitectura medieval.
En Pierrefonds, Viollet-le-Duc de hecho proporcionó un ejemplo concreto de su política general de restauración:
«Restaurar un edificio es recrearlo de forma completa a una forma que nunca podría haber existido», escribió en 1866.
De sus palabras se extrae que el castillo de Pierrefonds es algo así como una interpretación libre de un edificio de la época medieval.
El castillo forma una irregular rectángulo con ocho grandes torres en su perímetro, lo que correspondería prácticamente a la fortaleza que levantó Luis de Orleans. El interior, por otro lado, muestra la estética de Viollet-le-Duc y, especialmente, su talento como decorador de interiores. El patio principal, así como la capilla, fue diseñado en un estilo medieval tardío/renacentista temprano. La fortaleza (no separada, sino vinculada a la fachada principal) contiene los apartamentos imperiales, un diseño de acuerdo con la función medieval original de la fortaleza como la morada del Señor.
La visita al castillo de Pierrefonds comienza en el primer piso con el salón de recepción donde el Emperador y la Emperatriz recibían a sus amigos cercanos. Avanzando un poco se llega al dormitorio de Napoleón III y al de Eugenia de Montijo (con quien se casó), ambos ambientados en la torre de Julio César. En estas habitaciones, la decoración ornamental de Viollet-le-Duc comprende paneles esculpidos y plantillas de figuras donde las ilustraciones de animales basadas en los bestiarios medievales se alternan con una profusión de diseños con motivos florales.
De hecho, con este uso de la vegetación, la estilización del diseño y la brillante representación policromada, el arquitecto puede ser visto como un precursor (¡cincuenta años antes!) del movimiento Art Nouveau ilustrado de forma tan brillante por Guimard y Horta.
Un símbolo recurrente en la decoración es, por supuesto, el águila imperial (que aparece en las vigas, paredes y chimeneas), y además hay frisos que toman como tema las vidas de los caballeros del siglo XIV.
La principal sala formal del castillo, llamada «Salle des Preuses», es notable no solo por sus dimensiones (50 metros de largo, aproximadamente 10 metros de ancho y 12 metros de altura) sino también por la suntuosa decoración policromada. Se trata de una habitación perfectamente diseñada para igualar el esplendor de las recepciones imperiales que se iban a celebrar allí. La sala también contó con una vitrina gigante que contuvo la colección privada de armaduras de Napoleón III.
Hay dos grupos de estatuas en cada extremo del salón: en la entrada, Carlomagno con un grupo de príncipes paladines; y en el otro extremo, un grupo de nueve «preuses» (doncellas guerreras) que adornan una monumental chimenea. Entre las nueve doncellas, la líder, Semiramis, tiene las características de la emperatriz Eugenia, y las ocho compañeras fueron hechas para parecerse a las damas de Eugenia.
Los costes de construcción del castillo de Pierrefonds fueron más de 5 millones de francos, de los cuales el 75% estaba cubierto por la fortuna personal del Emperador. Incompleto en la caída del Segundo Imperio, el castillo nunca recibió los muebles que Viollet-le-Duc diseñó para él. A la muerte de Viollet-le-Duc en 1879, su yerno, el arquitecto Ouradou, se hizo cargo de los trabajos de reconstrucción, aunque se suspendieron en 1885 y no se volvieron a retomar.
Criticado por muchos como un simple telón de fondo teatral, el castillo de Pierrefonds siempre ha sido un tema de controversia. Como una visión embriagadora del arte medieval, el castillo simboliza el matrimonio de la ciencia y la irracional y rigurosa corrección arqueológica con el folclore. De hecho, Pierrefonds es un castillo de cuento de hadas, pero un testimonio de su genio creador, Viollet-le-Duc, y los deseos proto-posmodernos del Segundo Imperio para reconciliar la historia con la modernidad.
Castillo de Pierrefonds en el mapa
Castillo de Pierrefonds desde el aire